Peso | 220 g |
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Matías Cena – Casa Sin Fuego (Vinilo, 2014)
$16.900
Con “Casa Sin Fuego”, Matias Cena se consolida como uno de los grandes bastiones del country a la chilena. El disco, es en el fondo, un paseo familiar por la tradición campechana de nuestro país en su versión 2.0, con guiños a lo popular y también a esos artistas extranjeros que en nuestra niñez nos parecían tan lejanos.
Una pieza tan evocadora como emotiva que encuentra en la voz de Juanita Moore una nueva aliada en esta misión de reconstruir viejos paisajes.
El viaje parte comienza “Cerro Dragón”, una canción a medio camino entre la tradición musical de artistas españoles como Mikel Erentxun y la vocación viajera de los Eagles; que habla sobre una historia de amor en un desierto que no siempre es florido, metafórica y literalmente hablando.
“Qué pasa si no se nos pasa”, se pregunta Matías Cena una y otra vez en el segundo surco del disco, “Cinematográfica Clásica”, una pieza árida, melancólica y galopante que incluye violines de Amelia Castillo, y que ya comienza a mostrar a “Casa Sin Fuego” como lo más ambicioso de su discografía hasta hoy.
El paso siguiente es uno de baile. Con “12 ideas para cantar un blues” aparece, paradójicamente, el rock and roll de la vieja guardia. Con lentejuelas y de salón, como lo hacía antiguamente Wanda Jackson y que hoy tiene a Jack White como uno de sus grandes curadores.
Luego, pone la pelota contra el piso gracias “Loretta”, una de las canciones más emotivas y mejores logradas del disco y donde nuevamente el amor es factor común. Un concepto que cruza todo el disco y que se vuelve a repetir en “El Último Gorrión”, donde los afectos se viran hacia el pasado. Recordar, a veces es un acto de redención y estar sólo, la mejor forma de convocarlo.
Los fantasmas de Lou Reed aparecen con “La Historia de cómo perdió el sol”, una canción de corte intimista, casi recitada que marca uno de los momentos más densos del álbum.
Más adelante, la candidez de “Mi celebración” contrasta con el arrojo de “El único a tu Lado”, una muestra fehaciente de cómo Matías Cena maneja con comodidad los códigos del country, blues e incluso el Hillbilly. Una canción para escuchar arriba de un caballo.
La recta final se emprende con “Leticia Oh Leticia”, que nos ofrece el lado más rockero del álbum con un riff pegador de entrada y donde aparece la distorsión como invitado especial. Como Tom Petty, pero con pasado hardcore.
Los decibeles bajan con “Sovereign”, que nos trae de vuelta al lado más nostálgico de “Casa Sin Fuego” y que continúa con “Canción para un Desierto”, sintomáticamente el mismo lugar donde comenzó este viaje.
Para cerrar, Cena se atreve con una canción de 8 minutos titulada “La Pastora”, una especie de exorcismo de los demonios que todavía transitan por el disco.
En definitiva, un álbum con olor a tierra mojada y nostalgia. Otoño puro al servicio de un pasado futurista que vuelve en forma de una “Casa sin Fuego”.
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